Cuando el trabajo se vuelve amistad

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Celebrar con quienes crecemos codo a codo

El 20 de julio, el Día del Amigo, solemos pensar en los afectos de siempre: nuestro grupo de escuela, las charlas infinitas de adolescencia, los abrazos que nos han acompañado en los momentos buenos y en los difíciles. Pero a veces, las amistades más inesperadas nacen en los lugares menos pensados: en una reunión de trabajo, en un intercambio de correos, en ese proyecto compartido que parecía solo profesional… hasta que no lo fue.

Con el tiempo, encontramos clientes que se transforman en confidentes, colegas que se vuelven parte de nuestras redes de apoyo más sinceras. En medio de las urgencias, los desafíos, las risas compartidas después de una presentación o el alivio de un proyecto bien cerrado, se va tejiendo algo más que vínculos laborales: se construye confianza, y con ella aparece la amistad.

Y no es menor. Porque quienes trabajan con nosotros, nos ven en nuestras mejores ideas, pero también en nuestros errores. En nuestras jornadas más creativas y en nuestros días más grises. Son testigos de cómo enfrentamos los retos, de cómo celebramos los logros, de cómo pedimos ayuda cuando no sabemos por dónde seguir.

Por eso, este Día del Amigo quiero celebrar también a quienes empezaron siendo colegas o clientes y terminaron siendo mucho más. A quienes aparecieron en mi camino por razones profesionales y se quedaron por afinidad, por valores compartidos, por alegría. Porque construir desde la confianza, el respeto y la generosidad también es una forma de amistad.

Brindo por esos vínculos que nacen entre tareas y reuniones, pero que florecen en el plano más humano. Que este 20 de julio nos encuentre celebrando no solo la amistad que traemos de siempre, sino también la que fuimos encontrando en el camino, en medio del trabajo, y que hoy es parte de lo mejor que nos llevamos.