Cuando decimos «libro», ¿a qué nos referimos?

¿Qué es un libro hoy? ¿Un objeto con tapas y páginas numeradas? ¿Un archivo digital? ¿Una experiencia multimedia?

La definición tradicional de libro —ese conjunto encuadernado de hojas que transmiten ideas, historias o conocimientos— ya no alcanza para abarcar todas las formas que puede tomar hoy una publicación.

Hoy hablamos de libros en papel, sí, pero también de ebooks, audiolibros, libros interactivos, publicaciones digitales enriquecidas y formatos híbridos que combinan texto, imagen, sonido y navegación. Y en todos los casos hay algo que permanece: un libro sigue siendo una construcción editorial. Un proceso intencional que organiza contenidos, cuida la forma en que se presentan y propone una experiencia de lectura significativa.

Un libro puede ser breve o extenso. Puede ser artesanal o producido en serie. Puede circular impreso, en PDF, en una app o en la nube. Puede leerse en voz alta o con la mirada, con los dedos o con los oídos.  Lo que hoy lo define no es solo su soporte. Es su vocación de transmisión, de permanencia, de diálogo, de narración. Es la manera en que se estructura para decir algo que deba o merezca ser compartido.

Por eso, al pensar un proyecto editorial hoy, la primera pregunta no debería ser “¿lo vas a imprimir?” sino: ¿Qué tipo de libro necesitás que sea? ¿A quién va dirigido? ¿Cómo lo va a leer quien lo reciba?

Porque en un mundo de múltiples formatos, el libro no se reduce: se expande.